domingo, 18 de febrero de 2007

Fábricas recuperadas por los trabajadores

Venezuela vive un extraordinario proceso revolucionario, en el marco del cual el pueblo y los trabajadores han luchado tenazmente contra la oligarquía nacional, sus partidos, así como contra el acoso constante del imperialismo. Esta lucha ha tenido distintas expresiones concretas, y una de ellas, quizás la más importante estratégicamente para los intereses de la clase obrera en tanto sujeto fundamental de la revolución, es la de las “tomas” y recuperación de industrias y fábricas, cerradas previamente por los patronos.

¿Por qué los obreros “toman” las fábricas e intentan recuperarlas?

Históricamente, este fenómeno es consecuencia directa de la crisis permanente del sistema capitalista y de su absoluta incapacidad para resolver los más elementales problemas de los pueblos. El capitalismo, en su fase imperialista y transnacional, muestra signos inequívocos de agotamiento y descomposición que afectan terriblemente el nivel de vida de la población, lo cual hace cada vez más difícil para los trabajadores la satisfacción de las más elementales reivindicaciones sociales, tales como trabajo digno, salud, educación o vivienda.

Este fenómeno se ha expresado en otros países y en otros momentos históricos, tales como en la Italia de la década de los 20 del siglo pasado; en la España revolucionaria, durante la Guerra Civil, y más recientemente en Argentina. En Venezuela el fenómeno se ha manifestado en condiciones muy particulares, y se explica por las mismas razones históricas a que hacíamos referencia previamente, pero también por condiciones específicas de nuestro país y del proceso revolucionario por el que atravesamos.

El sabotaje a Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y la lucha de los trabajadores venezolanos.

A partir del paro patronal convocado por Fedecámaras el 10 de diciembre de 2001, se abre un proceso de profunda confrontación de clases en Venezuela, que va a tener como picos más altos, en primer lugar, el golpe de abril de 2002, y la subsiguiente movilización popular por el rescate del presidente Chávez y la restitución de las libertades democráticas; y posteriormente el paro patronal y el sabotaje petrolero de diciembre de 2002 a febrero de 2003. Estas dos fases del proceso revolucionario están íntimamente relacionadas, ya que en ambas el pueblo y los trabajadores enfrentaron a los mismos enemigos, es decir, al imperialismo, a la burguesía local y sus partidos; y con su lucha y su movilización cuestionaron las bases mismas del sistema capitalista.

En ambos episodios sociopolíticos se produjo una exacerbación de los antagonismos de clase. Se puso claramente en evidencia el papel de los partidos de la oligarquía, así como de las instituciones de la democracia burguesa, particularmente de los medios de comunicación social, al mismo tiempo que se producía un febril proceso de organización popular.

Durante los dos meses del sabotaje a Pdvsa y de lock out impuesto por los empresarios privados, se produjo un enfrentamiento, en muchos casos físico, en el que se planteó con absoluta claridad la cuestión del poder. Incluso, fue cuestionada la propiedad privada, en la medida en que se generó una disputa por el control de los medios de producción, las fábricas, los comercios, los bancos, la tierra, los liceos y escuelas, las industrias básicas, y por supuesto, de la empresa petrolera. Escuelas públicas y privadas fueron abiertas por los padres y representantes, con el apoyo de las comunidades, y en muchos casos controladas directamente por éstas. Otro tanto sucedió en las empresas eléctricas, que garantizaron el fluido eléctrico a las industrias de Guayana. En algunos lugares del país las comunidades organizadas, junto a los trabajadores, mantuvieron abiertas sucursales de bancos. Pero fue en Pdvsa donde este proceso se puso más claramente en evidencia. Durante aquellos dos meses se colocó sobre el tapete quién controla y dirige los destinos del país.

En nuestra principal industria, los trabajadores, con el apoyo de las comunidades y la Fuerza Armada, recuperaron la empresa, y controlaron democráticamente durante dos meses todo el proceso productivo, y demostraron, más allá del supuesto carácter imprescindible de la meritocracia, que sí podían gestionar una empresa como la petrolera. Sin duda, ésta fue una gran enseñanza para el conjunto de los trabajadores venezolanos.

Las “tomas” de empresas: una consecuencia del paro-sabotaje petrolero

Después de derrotado el paro patronal y el sabotaje a Pdvsa, muchos empresarios decidieron, unilateralmente, suspender o menoscabar derechos laborales, violando flagrantemente las leyes del país. Se redujeron las jornadas laborales y por tanto el salario; se decidieron vacaciones colectivas sin salarios, se despidieron numerosos trabajadores, y en otros casos simplemente decidieron cerrar las empresas argumentando pérdidas como consecuencia de un lock out patronal que ellos mismos habían convocado para derrocar al gobierno constitucional. Esta situación produjo una doble reacción de los trabajadores venezolanos: por una parte, se produjo una “revolución sindical democrática y antiburocrática”, que llevó a la defenestración de viejos dirigentes sindicales entronizados por décadas en sus cargos, que fueron sustituidos por nuevas dirigencias sindicales clasistas que propiciaron el surgimiento y desarrollo de la Unión Nacional de Trabajadores; y por otra parte, el fenómeno de las fábricas tomadas por sus trabajadores, en un intento por defender el derecho al trabajo. Éste fue el caso de la Constructora Nacional de Válvulas (CNV), en los Altos Mirandinos; Industrial de Perfumes (Cristine Carol), en Caracas; Textiles Fénix, en San Juan de los Morros (Guárico); Plásticos Vinílicos, en Villa de Cura (Aragua); y la más emblemática probablemente, Venepal, en Morón (Carabobo). De todas éstas, solo la CNV, hoy Inveval, así como Venepal, en la actualidad denominada Invepal, han sido expropiadas y puestas a producir con la participación de los trabajadores, a través de la constitución de cooperativas. Es importante resaltar que en la totalidad de los casos mencionados, los trabajadores solo llegaron a ocupar y tomar físicamente las instalaciones industriales, pero por diversas razones no dieron el salto cualitativo de ponerlas a producir. Las recuperaciones de CNV y Venepal se produjeron con la intervención directa del gobierno, contando con la participación de los trabajadores.

Ambos procesos están directamente relacionados con las enseñanzas adquiridas al calor del proceso revolucionario, pero sobre todo son consecuencia directa de la confrontación durante el paro patronal y el sabotaje a Pdvsa. Con respecto al primer aspecto, la actitud propatronal y entreguista asumida por la burocracia adeca de la CTV, mostró su verdadera faz ante los ojos de los trabajadores. El hecho de que avalaran las medidas que los patronos comenzaron a aplicar después del paro, para descargar sus consecuencias económicas sobre los hombros de los trabajadores, fue la gota que derramó el vaso, propiciando el hecho histórico de la muerte de la CTV, y la conformación de una nueva central sindical, que con todas sus contradicciones internas se constituye en una herramienta altamente progresiva. Por su parte, el fenómeno de las fábricas ocupadas fue la lección que los trabajadores venezolanos aprendieron de los petroleros y del conjunto del pueblo que le disputó al imperialismo y a la burguesía el control de la economía nacional.

Los procesos sociales y políticos tienen un carácter acumulativo en la conciencia de las personas. Y en el contexto de un proceso revolucionario, donde los saltos en dichas conciencias se producen violentamente, lo que no se pudo “aprender” durante décadas es asimilado y puesto en práctica con mucha rapidez, al calor de la vorágine de los acontecimientos. Durante el paro-sabotaje petrolero, los trabajadores venezolanos fueron descubriendo muchas cosas. De manera repentina y violenta, supieron identificar quiénes eran sus enemigos y sus aliados. Se percataron de que podían dirigir sus propios destinos y el de las empresas donde laboraban. Asimilaron la lógica de la lucha de clases, y ante la situación que los patronos le colocaban por delante después del paro, reaccionaron contra los que identificaban como sus enemigos: la burocracia sindical de la CTV y los empresarios que habían estado involucrados en el golpe y el paro, y que ahora cerraban las empresas poniéndolos en la calle y negándoles el derecho al trabajo.

¿Cooperativas o control obrero?

En medio de la lucha de los trabajadores por recuperar las empresas ocupadas, se produjo un debate sobre la mejor forma de ponerlas a producir. El debate entre conformar cooperativas o el control obrero fue parte del forcejeo con los patronos y los funcionarios gubernamentales por lograr el derecho a trabajar. Al final, por lo menos en los casos de Venepal y CNV – y en otros casos de empresas recuperadas directamente con la intervención del gobierno- la figura de las cooperativas ha sido la privilegiada. El debate sigue abierto y es un reto para los trabajadores que actualmente laboran en empresas recuperadas, así como para el conjunto del movimiento obrero venezolano.

Desde nuestra perspectiva, las cooperativas, siendo un avance significativo en la conciencia de los trabajadores, no dan respuesta estructural al problema que origina las quiebras y el cierre fraudulento de empresas, los bajos salarios, la sobreexplotación y el desmejoramiento de las condiciones laborales.

Entendemos a los trabajadores cuando ven en las cooperativas una posibilidad de redención económica. En el contexto de la crisis del sistema capitalista, esta actitud no hace más que evidenciar el agotamiento del modelo económico basado en la explotación de la fuerza de trabajo y la necesidad de organizar a la sociedad de una forma distinta, donde no existan explotados ni explotadores, y donde los trabajadores tengan el control directo y democrático de los medios productivos. De cierta manera, las cooperativas reflejan un progresivo avance hacia la independencia de los trabajadores como clase, y a la solidaridad entre los mismos. Sin embargo, creemos, junto a Rosa Luxemburgo, que: “las cooperativas en el campo de la producción no pueden ser consideradas seriamente como instrumentos de una transformación social general”.[1] Esto lo afirmaba en 1907, cuando aún el capitalismo no había llegado a los niveles de concentración de capital y desarrollo tecnológico como el actual.

En rigor, tanto las cooperativas como la cogestión o el control obrero, solo podrán tener un impacto definitivo en el nivel de vida de los trabajadores y el conjunto de la sociedad, construyendo una nueva sociedad, sin explotados ni explotadores, sin desigualdades, y donde la participación democrática del pueblo y de los trabajadores en las decisiones públicas se haga efectiva. Esto nos plantea la necesidad de trascender el capitalismo, y comenzar desde ya a transitar el camino de la construcción del socialismo.



[1] Luxemburgo, Rosa. Reforma o revolución. Editorial Grijalbo, colección 70. México, 1975. Pág. 74.

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