domingo, 18 de febrero de 2007

La toma de Sanitarios Maracay

Las lecciones de un conflicto laboral en el marco de la coyuntura política nacional

Esta importante empresa, ubicada en la capital del estado Aragua, propiedad de los Branger-Pocaterra, dos poderosas familias de la “godarria” del centro del país, accionistas, por cierto, del Banco Venezolano de Crédito, que jugó un papel de primer orden en el golpe de abril de 2002, acaba de atravesar por un prolongado conflicto con sus 650 trabajadores. Y no es para menos, las condiciones de trabajo en el galpón en el que se encuentra la planta, son realmente deprimentes. Hornos con elevadas temperaturas; una materia prima de alto riesgo que afecta las vías respiratorias, todo ello en un marco de explotación desenfrenada, donde los trabajadores carecen de los implementos de trabajo necesario para trabajar en las condiciones antes mencionadas.

Sin duda, para una empresa que exporta el 90% de lo que produce, la maximización de las ganancias a través de la reducción de costos, es uno de sus objetivos fundamentales. Y por supuesto, son los trabajadores los que tienen que cargar con el pesado fardo de la explotación capitalista en aras de la ganancia.

Las causas del conflicto

Lo cierto es que los trabajadores de Sanitarios Maracay hastiados del incumplimiento de las más mínimas normas de seguridad por parte de la empresa; de la carencia de botas, mascarillas, guantes y otros implementos de trabajo (la empresa tenía dos años sin dotar de uniformes a los trabajadores); de la violación reiterada de diversas cláusulas del contrato colectivo; de la contratación de trabajadores temporales a destajo (trabajan por pieza producida), así como del intento de desconocer al sindicato, decidieron iniciar una protesta contra esta situación. De allí que el día 3 de abril se presentaran a las oficinas de la empresa con bolsas en las que llevaban los uniformes e implementos de trabajo deteriorados. Sin embargo, para su sorpresa, se encontraron que todo el personal administrativo, los gerentes y los patronos habían abandonado la fábrica.

¿Qué pretendían los patronos?

Para los trabajadores y los dirigentes del sindicato estaban muy claros los objetivos de los dueños de la empresa. Con la paralización de la planta, los empresarios buscaban justificar el cierre de la empresa, responsabilizando a los trabajadores, y de esta manera proceder a despedir al menos a la mitad de los obreros, y a la par de esto, liquidar a la organización sindical, y a su dirigencia clasista. Esto era también evidente, que los patronos habían colocado en una agencia de empleo una oferta solicitando trabajadores (www.bumeran.com.ve).

Triunfan los trabajadores

Desde entonces se inició un conflicto que duró 42 días, en el que los patronos terminaron siendo doblegados por la férrea voluntad y la combatividad de los trabajadores. Con el acuerdo suscrito en la noche del miércoles 10 de mayo, los patronos tuvieron que retroceder en sus pretensiones. Retiraron todos los procedimientos administrativos y judiciales –entre ellos un recurso de amparo contra la directiva sindical-, interpuestos ante el ministerio del Trabajo y los tribunales. Por otra parte, los trabajadores lograron que la empresa reconociera 32 días de salarios dejados de percibir durante el conflicto

La “santa alianza” contra los trabajadores

Iniciado el conflicto a los trabajadores se le interpuso un poderoso enemigo coaligado. Como viene sucediendo en todo el país, y aún incluso en el marco del proceso revolucionario, una alianza criminal y antiobrera, compuesta generalmente por funcionarios gubernamentales de tribunales e inspectorías del trabajo, policías regionales, diputados y representantes de los partidos del llamado “bloque del cambio”, y hasta alcaldes y gobernadores “chavistas”, junto a nuevos y viejos burócratas sindicales, empresarios y miembros de supuestos círculos bolivarianos, compuestos por cooperativistas, miembros de las Misiones, comprados por “cuatro lochas” por funcionarios y dirigentes de los partidos de gobierno, intentó quebrar la férrea voluntad de los trabajadores.

Las lecciones del conflicto

Sin embargo, fue más fuerte la disposición de lucha y movilización de los trabajadores, la solidaridad de otros sectores laborales, así como la capacidad política de los dirigentes sindicales, que acertadamente condujeron el conflicto, contando además con el decidido apoyo de los coordinadores nacionales de la UNT, Emilio Bastidas y Orlando Chirino.

El conflicto de Sanitarios Maracay puso en evidencia varias lecciones. En primer término, sólo la movilización organizada, y la participación democrática de los trabajadores en todas las decisiones, es garantía de triunfo. Efectivamente, este conflicto demostró que, como en el boxeo, la mejor defensa es el ataque. Ante el abandono de la empresa por parte de los patronos, la dirigencia sindical y los trabajadores no se amilanaron ni titubearon. Respondieron al chantaje con dureza, tomando la fábrica y preparándose para ponerla a producir si el gobierno no buscaba resolver el impasse o los patronos no daban la cara.

Por otro lado, los trabajadores se mantuvieron unidos alrededor de su conducción sindical clasista, mientras que todas las decisiones sobre la toma de la empresa y su mantenimiento y seguridad se tomaron democráticamente en asamblea con todos los trabajadores.

Otra lección es el alto grado de conciencia política y de clase alcanzadas por los trabajadores venezolanos en el proceso revolucionario. Y los trabajadores de Sanitarios Maracay son un ejemplo de ello. Estos, junto a su conducción sindical, estaban conscientes de lo difícil del conflicto, así como de las intenciones de los patronos. Pero también estaban claros en garantizar el derecho al trabajo. Y con la toma de la fábrica y su disposición a ponerla a producir, se cuestionaba directamente la sacrosanta propiedad privada, aún vigente en la Constitución venezolana. Ahora los trabajadores saben que ellos están en capacidad de poner a producir una empresa como la suya. Garantizaron que la empresa estuviera en óptimas condiciones para demostrar que no tenían intenciones de sabotear la producción, tal como quedó demostrado en las distintas inspecciones realizadas. Hicieron su primera experiencia de control obrero. Y comienzan a prepararse no sólo para dirigir una empresa, sino para asumir la responsabilidad de dirigir el Estado, junto a todos los trabajadores venezolanos.

La otra lección definitiva y fundamental que se puede extraer del conflicto es el de la solidaridad de clase. Todos los integrantes de la “santa alianza” antiobrera a la que hacíamos referencia previamente, tuvieron que retroceder ante todos los elementos antes planteados, potenciados al máximo por la extraordinaria movilización del 26 de abril, convocada por la UNT de Aragua, en la que más de 5000 trabajadores de la región hicieron valer sus derechos en la calle, y fueron el mejor respaldo para los trabajadores de Sanitarios Maracay. Con toda seguridad, los empresarios y todos los enemigos del sector clasista y revolucionario de la UNT, agrupado en C-CURA, se percataron que los trabajadores se habían preparado bien, que contaban con el respaldo de sus hermanos de clase y que en cualquier momento el conflicto de Sanitarios Maracay podía desembocar en un paro regional de solidaridad, como estuvo planteado por la UNT.

Todas las anteriores son lecciones de carácter objetivo, directamente relacionadas con la lucha y con las condiciones estructurales del momento, pero hay otra muy importante y decisiva, tal como se mostró en el conflicto de Sanitarios Maracay, y es la necesidad de que los trabajadores cuenten con una conducción sindical clasista, revolucionaria, combativa y democrática. Sin Humberto López, José Villegas, Luis Alvarado, Joel Rodríguez, Richard Carpio, Henry Chirinos y José Pérez, dirigentes de la organización sindical, hubiera sido imposible lograr a través del tiempo y de la lucha en el conflicto, la conciencia política y de clase obtenida; no se hubiera concretado la solidaridad de otros sectores laborales, y no se hubiera puesto por delante la movilización y la participación democrática de los trabajadores en las decisiones. Esa preparación para la lucha, y la concientización lograda, llevó al sindicato a acumular un fondo de huelga de 150 millones de bolívares, el cual alcanzó para resistir los 42 días del conflicto sin mayores contratiempos, e incluso hubo recursos para apoyar otras luchas como la de las trabajadoras de Gotcha. Aquí se pone en evidencia la conciencia política y sindical lograda por los trabajadores, así como el papel decisivo de su dirigencia, y la importancia del sindicato. Dentro de este aspecto es importante destacar el papel de la UNT, y en especial de su Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (C-CURA), la cual jugó un papel fundamental acompañando y apoyando decididamente a los trabajadores de Sanitarios Maracay y a su conducción sindical. De hecho, fueron los dirigentes de la UNT Aragua y de C-CURA, Richard Gallardo, Emilio Bastidas, Ricardo Acevedo y Luis Hernández, los artífices de la movilización de solidaridad del 26 de abril. Así como también los coordinadores nacionales de la UNT, Orlando Chirino y Stalin Pérez.

La lucha por construir un partido revolucionario y socialista

Sin embargo, sería insuficiente limitar las lecciones a los aspectos puramente sindicales, y no extraer enseñanzas políticas estratégicas. El conflicto de Sanitarios Maracay, como todos los conflictos obreros-patronales, pone en el tapete la necesidad de la lucha por el poder político. No sólo se trata de saber quién dirige, y en función de que clase e intereses, se administra una fábrica. En realidad, es necesario ir más allá. Y plantearnos la pregunta: ¿quién debe gobernar el país? Con todas sus fábricas, comercios, bancos y tierras. La lucha de los trabajadores de Sanitarios Maracay puso a la orden del día la cuestión del poder, no sólo en la fábrica sino en el país, tal como sucedió con los trabajadores petroleros durante el paro-sabotaje golpista. Este conflicto y la toma de la empresa, fue un primer escarceo preparatorio para dirigir la fábrica y con ella el poder político en el país, junto a los demás trabajadores y al pueblo organizado. Pero para lograr esto, no basta con el sindicato o con una central sindical clasista. Estos son elementos fundamentales, pero para dirigir el país es necesario que a partir de las luchas obreras, populares y juveniles, de las movilizaciones por reivindicaciones concretas, de la construcción de C-CURA en el seno de la UNT, y de un sindicato clasista como el de Sanitarios Maracay, se comience a construir un partido revolucionario que sobre la base de la movilización y la independencia de clase, dirija democráticamente la lucha por el socialismo, sin patronos ni burócratas. Y donde los trabajadores y el pueblo sean gobierno.


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